Para Werner y Ponce existe una manera de entender la creación y sus interpretaciones abriendo brechas por donde el cuerpo semiotiza una intención que es única para cada bailarín/creador; por ello, la escritura se re-escribe en cada cuerpo como nuevo movimiento, no es un vocabulario fijado, supera la técnica, oponiéndose a lo que Laurence Louppe llama «la tradición culta», por lo que ambos creadores convergen en una poética vinculada como exigencia a una compleja construcción creativa que por paradójico es una forma de lógica; pero no una lógica racional, sino una intuitiva que nos va permitiendo elaborar a la par del surgimiento del movimiento y de las condiciones sensibles donde éste cuerpo se transforma y se suscita como aparición; la idea de un acontecimiento para ser proferido como nueva sensibilidad de su expresión.