Los bailarines descienden por un muro o pared de un edificio adoptando posturas que nos hacen reflexionar sobre el plano en el que estamos.

Posteriormente, una vez en el suelo, bailan con el propio edificio como telón de fondo desarrollando una coreografía abierta y grupal.

Implican con ello el edificio o la pared, el suelo y el entorno que les rodea, convirtiéndolo todo en una escenografía natural.